Por Ramón Ceballo
El nuevo hoyo bancario estremece al país. Se trata de la "quiebra del grupo financiero Progreso; este escándalo financiero ocurre cuando todavía están gravitando cada vez con más fuerza en la vida económico-social de la República Dominicana las mega estafas bancarias de Baninter, Bancrédito y del Mercantil declaradas en el 2003.
Las gentes se preguntan ¿quién en su sano juicio y comedimiento podrá confiar de nuevo en el sistema bancario dominicano?
Se recuerda que tras los terremotos económicos provocados por las quiebras, fraudes, colapsos o crack de Baninter, Bancrédito y el Mercantil, los banqueros y sus bancos que aún estaban en pie, al menor rumor sacaban a relucir en forma amenazante la espada del Código Monetario y sus leyes que los facultaban para someter en forma implacable a los acusadores que en su contra osaran levantar la voz.
Los vocingleros y moralistas de ojalatas con que cuentan los distintos inquilinos de turno del Palacio de gobierno, quienes sin ningún temor pretenden resaltar las bondades económicas, proporcionadas por este gobierno para pasar de contrabando, la supuesta honradez, honestidad e idoneidad de los funcionarios corruptos de nuestro país que dirigen el área económica, la Junta Monetaria, y los Consejos Directivos de los Bancos, se pasan los días pretendiendo justificar un avance económico del país.
En República Dominicana, se ha creado una cúpula política corrompida, la cual cada cuatro años se recicla. Estos nuevos millonarios transgreden flagrante las leyes, del Código Monetario y Financiero, y logran constituir o readquirir entidades financieras, las cuales le facilita auto prestarse cantidades multimillonarias a título de inversiones para sus empresas y negocios particulares con intereses tan bajos que cabe definirlos como sub-intereses o préstamos privilegiados en extremo.
Estos nuevos delincuentes de cuello blanco, quienes disfrutan desde su hipócrita apariencia de honestidad, seriedad y falsa idoneidad, constituyen bancos cuando no pueden desde el Estado disponer de los recursos del país. De esta forma, canalizan recursos para financiarse sus empresas familiares y personales, así una vez mas lo contemplamos presente en el escándalo del Banco del Progreso.
República Dominicana, necesita una verdadera legislación que reoriente el sistema financiero, donde exista una Superintendencia de Bancos, llamada a impedir esas prácticas incalificables, y que sea capaz de ponerle fin a tan nocivas y aberrantes prácticas donde los accionistas mayoritarios de los bancos, erigidos en sus Consejos Directivos, tomen los fondos de sus entidades como fuentes privilegiadas de sus necesidades de financiamiento.