Por Ramón Ceballo
Desde hace un año los inmigrantes han venido realizando una serie de marchas por todo Estados Unidos para demandar una reforma migratoria integral que reconozca su aporte a la economía de esta gran Nación.
La reforma en principio se convirtió en uno de los temas prioritarios en la agenda del Congreso, pero pasó el tiempo y entró en un letargo del que parece no saldrá durante un buen rato.
La guerra en Irak, las elecciones legislativas de medio período y la efervescencia preelectoral en ambos partidos se adueñaron de los titulares de una prensa que tampoco volvió a preguntar qué sucedía con los inmigrantes.
La reforma migratoria continúa en el limbo también porque ni republicanos ni demócratas tienen claro qué quieren. Existen divisiones dentro de estas agrupaciones, y eso complica todavía más cualquier discusión.
Sin embargo, los responsables directos de que el tema se haya desvanecido son los propios inmigrantes, que han dejado de manifestar su interés en la reforma. Hoy el peso recae en unos cuantos grupos que tiran del carro prácticamente solo.
Para avanzar en el respeto de los derechos de los indocumentados urge seguir estableciendo alianzas con amplios movimientos sociales y hacer que la Casa Blanca sienta la influencia de la suma de las voluntades.
Aunque el presidente George W. Bush haya expresado que la inmigración es una de sus prioridades en estos momentos, se necesitan más que buenas intenciones para obtener resultados.
Bush insiste en que su plan de trabajadores ‘huéspedes’ puede solucionar la crítica situación de los inmigrantes, pero muchos legisladores consideran —no sin razón— que esa es una solución parcial del problema.
En Estados Unidos existen más de 12 millones de inmigrantes sin documentos, muchos de los cuales son discriminados y excluidos en la sociedad. Cualquier medida que se tome, debe ser integral para evitar programas temporales como los de las décadas del 40 al 60, que terminaron explotando a los trabajadores que cruzaban la frontera para ayudar con las cosechas.
Si no hay un avance significativo, la reforma migratoria se convertirá en uno de los temas candentes de la campaña electoral para el 2008, como dejó entrever el precandidato demócrata de origen hispano Bill Richardson al asegurar que no es con muros con lo que se combate a la inmigración ilegal, sino con la legalización inmediata de estos grupos.
Más allá de que esa pueda ser una solución al problema, lo cierto es que no faltará quien asuma la bandera migratoria para sumar votos.
Los inmigrantes ilegales aún no cuentan con un movimiento organizado ni un defensor que haga valer sus derechos. Mientras esto siga así, a muchos se les seguirá recordando que pueden ser explotados porque nadie les dijo que dejaran todo para ir en busca del ‘sueño americano’.