jueves, 14 de agosto de 2025

Los que no piensan están en el rebaño.

 


Por Doctor Ramón Ceballo

En la historia de la humanidad, el pensamiento crítico ha sido el motor del progreso, la justicia y la libertad. Pero siempre ha existido, y hoy parece multiplicarse, un gran rebaño que prefiere vivir sin cuestionar, sin dudar y, sobre todo, sin pensar.

No se trata de falta de capacidad intelectual, sino de voluntad. Pensar requiere esfuerzo, exige confrontar ideas, aceptar que podemos estar equivocados. Seguir al rebaño, en cambio, solo demanda obediencia, un cómodo conformismo y la falsa seguridad de no tener que decidir por uno mismo.

La imagen del rebaño es tan antigua como la propia humanidad: un pastor guía, las ovejas siguen, y en esa aparente protección se esconde un riesgo enorme. Cuando no se piensa de forma independiente, el rumbo de la vida, las decisiones colectivas y hasta la moral quedan en manos de otros.

El problema no es solo individual. Una sociedad que no cuestiona es terreno fértil para la manipulación, presa fácil de líderes autoritarios, de la propaganda y de mentiras disfrazadas de verdades oficiales.

El “no pensar” no siempre viene de la ignorancia pura; muchas veces se oculta bajo el conformismo. Se acepta la versión más cómoda, se rechaza la incomodidad de los datos que contradicen nuestras creencias, y se evade la responsabilidad de investigar.

Pensar de verdad incomoda. Obliga a cuestionar lo que damos por hecho, incluso lo que nos enseñaron como incuestionable. Y eso duele. No es casualidad que todos los grandes avances sociales y culturales hayan nacido de aquellos que se atrevieron a salirse del rebaño. Sócrates, Galileo, Rosa Parks, Malala… todos fueron incomprendidos o atacados por masas que preferían seguir la inercia colectiva.

Hoy, en un mundo saturado de información y opiniones, la tentación de “dejarse llevar” es más fuerte que nunca. El ruido mediático y la avalancha de las redes sociales empujan a reaccionar sin pensar, a sumarse a causas y tendencias sin verificar su origen o coherencia. Sin embargo, la responsabilidad sigue siendo individual: pensar, analizar y decidir, aunque eso signifique ir contra la corriente.

El rebaño ofrece calor, compañía y la ilusión de certeza, pero también puede arrastrar hacia el precipicio. Quien decide pensar se arriesga a quedarse solo, pero también conquista la libertad de elegir su camino.

En tiempos de confusión y manipulación, la valentía de pensar por uno mismo es más que un acto de rebeldía: es un acto de supervivencia moral. Y en esta batalla silenciosa, no pensar no es neutralidad… es rendición.