Por Doctor Ramón Ceballo
En la historia de la humanidad, el
pensamiento crítico ha sido el motor del progreso, la justicia y la libertad.
Pero siempre ha existido, y hoy parece multiplicarse, un gran rebaño que
prefiere vivir sin cuestionar, sin dudar y, sobre todo, sin pensar.
No se trata de falta de capacidad intelectual, sino de voluntad. Pensar requiere esfuerzo, exige confrontar ideas, aceptar que podemos estar equivocados. Seguir al rebaño, en cambio, solo demanda obediencia, un cómodo conformismo y la falsa seguridad de no tener que decidir por uno mismo.
La imagen del rebaño es tan antigua
como la propia humanidad: un pastor guía, las ovejas siguen, y en esa aparente
protección se esconde un riesgo enorme. Cuando no se piensa de forma
independiente, el rumbo de la vida, las decisiones colectivas y hasta la moral
quedan en manos de otros.
El problema no es solo individual.
Una sociedad que no cuestiona es terreno fértil para la manipulación, presa
fácil de líderes autoritarios, de la propaganda y de mentiras disfrazadas de
verdades oficiales.
El “no pensar” no siempre viene de
la ignorancia pura; muchas veces se oculta bajo el conformismo. Se acepta la
versión más cómoda, se rechaza la incomodidad de los datos que contradicen
nuestras creencias, y se evade la responsabilidad de investigar.
Pensar de verdad incomoda. Obliga a
cuestionar lo que damos por hecho, incluso lo que nos enseñaron como
incuestionable. Y eso duele. No es casualidad que todos los grandes avances
sociales y culturales hayan nacido de aquellos que se atrevieron a salirse del
rebaño. Sócrates, Galileo, Rosa Parks, Malala… todos fueron incomprendidos o
atacados por masas que preferían seguir la inercia colectiva.
Hoy, en un mundo saturado de
información y opiniones, la tentación de “dejarse llevar” es más fuerte que
nunca. El ruido mediático y la avalancha de las redes sociales empujan a
reaccionar sin pensar, a sumarse a causas y tendencias sin verificar su origen
o coherencia. Sin embargo, la responsabilidad sigue siendo individual: pensar,
analizar y decidir, aunque eso signifique ir contra la corriente.
El rebaño ofrece calor, compañía y
la ilusión de certeza, pero también puede arrastrar hacia el precipicio. Quien
decide pensar se arriesga a quedarse solo, pero también conquista la libertad
de elegir su camino.
En tiempos de confusión y
manipulación, la valentía de pensar por uno mismo es más que un acto de
rebeldía: es un acto de supervivencia
moral. Y en esta batalla silenciosa, no pensar no es neutralidad… es
rendición.