Vistas de página en total

miércoles, 20 de agosto de 2025

Hábitos que amortiguan la ansiedad y la depresión


Por el doctor Ramón Ceballo

La salud mental atraviesa un momento crítico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 720.000 personas mueren por suicidio cada año, convirtiéndose en la tercera causa de muerte entre los 15 y 29 años. 

Al mismo tiempo, la soledad y el aislamiento social se han consolidado como un problema de salud pública: se calcula que 1 de cada 6 personas en el mundo se siente sola, con estudios que elevan la cifra a uno de cada cuatro según el país y la metodología.

Diversos factores de impacto en la salud mental que se acumulan, entre ellos, la pandemia de COVID-19, la crisis climática, la sobreexposición a noticias negativas, la pérdida de empleo, los desplazamientos forzados y la erosión de la cohesión social. Todo ello ha deteriorado el bienestar psicológico, sobre todo entre los jóvenes.

  • Pandemia y secuelas: la prevalencia de ansiedad y depresión aumentó cerca de 26–28% en 2020 respecto a 2019 (OMS, 2022).
  • Crisis climática: investigaciones en The Lancet Planetary Health documentan el aumento de la ecoansiedad, definida como la preocupación persistente y angustia ante el cambio climático y sus consecuencias presentes o futuras.
  • Doomscrolling: el consumo compulsivo de noticias negativas se asocia con mayor ansiedad, menor satisfacción vital y más pesimismo.
  • Trabajo y desempleo: perder el empleo o ver reducidas las horas laborales incrementa el riesgo de ansiedad y depresión, especialmente en casos de desempleo prolongado.
  • Desplazamiento forzado: a finales de 2024 se registraron 123,2 millones de personas desplazadas en el mundo (ACNUR, 2025), situación que deteriora los vínculos comunitarios y agrava la vulnerabilidad psicológica.

La evidencia demuestra que ciertos hábitos aplicados de forma sostenida no sustituyen la atención profesional, pero sí reducen de manera significativa los síntomas de ansiedad y depresión:

  1. Movimiento regular: actividad física (caminar, trotar, fuerza, yoga) con 150 minutos semanales en 4–5 sesiones tiene efectos moderados en depresión y consistentes en ansiedad.
  2. Sueño reparador: mejorar la calidad del descanso disminuye síntomas de depresión, ansiedad y rumiación —patrón de pensamientos repetitivos y negativos—. La terapia cognitivo-conductual para el insomnio (CBT-I), incluso en formato digital, es eficaz.
  3. Mindfulness y respiración guiada: programas como MBSR y MBCT muestran efectos positivos de pequeños a moderados en ansiedad, estrés y depresión. Practicar 10–15 minutos diarios es un buen inicio.
  4. Nutrición equilibrada y consumo moderado de alcohol: patrones ricos en fibra, frutas y verduras, y bajos en ultraprocesados favorecen el bienestar emocional. El alcohol, aunque puede ser sedante a corto plazo, empeora el sueño y la salud mental en el mediano plazo.
  5. Conexión social intencional: programar interacciones presenciales o virtuales de calidad 2–3 veces por semana disminuye la soledad y fortalece la resiliencia.
  6. Dieta informativa: reducir la exposición compulsiva a noticias negativas mejora el ánimo y la calidad del sueño.
  7. Herramientas cognitivo-conductuales breves: técnicas de la TCC como el registro de pensamientos, la activación conductual o la exposición progresiva reducen síntomas; versiones digitales han mostrado eficacia en jóvenes.

Un plan sencillo de cuatro semanas

  • Semana 1: establecer hora fija de despertar, caminar 20–30 minutos tres veces por semana y reducir notificaciones de noticias en la noche.
  • Semana 2: añadir dos sesiones de fuerza de 20 minutos y 10 minutos diarios de mindfulness.
  • Semana 3: agendar al menos dos encuentros sociales y llevar un registro simple del sueño.
  • Semana 4: probar una app de CBT-I o un curso breve. Si hay insomnio crónico (≥3 noches por semana durante 3 meses), buscar atención profesional.

Es imprescindible acudir a profesionales si aparecen señales de alarma: ideación suicida, cambios marcados en apetito o sueño por más de dos semanas, ataques de pánico frecuentes, consumo problemático de alcohol o drogas, o deterioro en el trabajo o estudios. La OMS recuerda que la prevención del suicidio requiere intervenciones comunitarias y sanitarias coordinadas.

La crisis actual de salud mental tiene raíces múltiples —pandemia, clima, economía, información tóxica y ruptura social—, pero no estamos indefensos. Un paquete de hábitos con evidencia científica (actividad física, sueño de calidad, atención plena, conexión social, dieta informativa y estrategias cognitivo-conductuales) puede disminuir síntomas y reforzar la resiliencia individual y comunitaria. La clave no es la perfección, sino la constancia en pequeñas acciones cotidianas.


Bibliografía

  • Organización Mundial de la Salud (OMS). World Mental Health Report: Transforming Mental Health for All. Ginebra: OMS, 2022.
  • Organización Mundial de la Salud (OMS). Suicide worldwide in 2019: Global Health Estimates. Ginebra: OMS, 2021.
  • World Health Organization. Loneliness as a global public health concern. Policy Brief, 2023.
  • Santomauro, D. F. et al. “Global prevalence and burden of depressive and anxiety disorders in 204 countries and territories in 2020 due to the COVID-19 pandemic.” The Lancet, 398(10312), 1700–1712, 2021.
  • Hickman, C., Marks, E., et al. “Climate anxiety in children and young people and their beliefs about government responses to climate change: a global survey.” The Lancet Planetary Health, 5(12), e863–e873, 2021.
  • UNHCR/ACNUR. Global Trends in Forced Displacement 2024. ACNUR, 2025.
  • Hofmann, S. G., Gómez, A. F. “Mindfulness-Based Interventions for Anxiety and Depression.” Psychiatric Clinics of North America, 40(4), 739–749, 2017.
  • Harvey, A. G., et al. CBT for Insomnia and Depression: A Clinician’s Guide. Guilford Press, 2014.