Por Dr. Ramón Ceballo
¿Qué es un feminicidio y cómo se
diferencia de otros crímenes contra mujeres?
El feminicidio es el asesinato de una mujer por razones de género, es decir,
por el hecho de ser mujer.
Se diferencia de un homicidio común en que está motivado por odio, desprecio, poder o control hacia las mujeres, y muchas veces ocurre en el contexto de relaciones de pareja, exparejas o familiares. No todo asesinato de una mujer es feminicidio, pero todo feminicidio es un acto de violencia de género extrema.
Existen varios tipos comunes de feminicidio: el íntimo, cuando el agresor es una
pareja o expareja; el familiar, cuando lo comete un miembro del entorno
doméstico; el no íntimo,
perpetrado por un desconocido; y el sexual sistemático, que ocurre en contextos de trata,
explotación o violencia sexual.
Esta distinción no es solo semántica: es clave para entender la
profundidad del problema, diseñar políticas públicas efectivas y exigir
justicia desde una perspectiva de derechos humanos.
En la República Dominicana, el feminicidio se ha
convertido en una herida abierta que no deja de sangrar. No se trata de casos
aislados, sino de la consecuencia más cruel de una cultura machista que
normaliza la violencia, de una justicia que rara vez responde y de un Estado
que llega tarde o simplemente no llega a proteger a las mujeres.
Las cifras hablan por sí solas: según la CEPAL, en 2021 la tasa fue de
2.7 feminicidios por cada 100,000 mujeres, y aunque en 2023 bajó ligeramente a
2.4, el descenso no representa una verdadera victoria. Cada número es una vida
perdida, una familia destruida y un recordatorio de que la violencia de género
sigue siendo una de las deudas más graves del país.
Para ponerlo en contexto, el promedio mundial de feminicidios es de apenas 1.3
a 2.2 por cada 100,000 mujeres, dependiendo de la región y el método de
registro, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(UNODC, 2022).
En América Latina, una de las zonas más violentas para las mujeres, el promedio
regional se sitúa en 1.8 por cada 100,000, con países como Honduras, El
Salvador y Bolivia encabezando las tasas más altas.
La República Dominicana, con 2.4 feminicidios por cada 100,000 mujeres en 2023,
no solo supera la media global, sino que se mantiene por encima del promedio
latinoamericano, situándose entre los países con mayor incidencia de
feminicidios en el continente.
Esto refleja un problema estructural de violencia de género que coloca al país
en el mapa de los lugares más inseguros para las mujeres a nivel mundial.
Causas
estructurales del feminicidio
El feminicidio en República Dominicana no puede entenderse como un crimen
pasional o un hecho aislado. Es la punta del iceberg de una violencia
estructural alimentada por varios factores:
• Machismo y cultura patriarcal: desde temprana edad, se socializa a hombres y
mujeres en roles de poder y subordinación. Esta desigualdad se traduce en
relaciones tóxicas de control y dominio.
• Impunidad judicial: muchas denuncias de violencia doméstica no llegan a
condena. La falta de confianza en las autoridades empuja a las víctimas al
silencio, dejando a los agresores en libertad.
• Ausencia del Estado, las políticas de prevención y protección son débiles.
Los refugios para mujeres son insuficientes y carecen de financiamiento
sostenible.
• Crisis socioeconómica: la pobreza y el desempleo agravan los conflictos
intrafamiliares, aumentando los niveles de violencia.
• Normalización de la violencia: en la sociedad dominicana, aún persiste la
idea de que “los problemas de pareja se resuelven en la casa”. Este silencio
cómplice facilita que los abusos escalen hasta el feminicidio.
De acuerdo con datos de la CEPAL, el promedio regional
de feminicidios en América Latina se sitúa en 1.8 por cada 100,000 mujeres, lo
que coloca a República Dominicana por encima de la media. A nivel mundial,
Naciones Unidas estima que el promedio es de 1.3 por cada 100,000 mujeres.
Es decir, la violencia feminicida en el país no solo supera el promedio
global, sino también el de la región, donde históricamente se han registrado
los índices más altos del planeta.
El feminicidio no solo arrebata la vida de una mujer: deja huérfanos a cientos
de niños, rompe redes familiares y perpetúa un ciclo de trauma
intergeneracional. Además, socava la confianza en el Estado de derecho y
debilita la democracia. Un país donde las mujeres no pueden vivir seguras es un
país con instituciones frágiles.
Mientras el feminicidio siga tratándose como un tema “doméstico” y no como una
emergencia nacional, República Dominicana seguirá contando cadáveres sin
detener la raíz del problema.
La falta de campañas educativas sostenidas, el limitado acceso a
justicia especializada y el desinterés político convierten cada feminicidio en
un crimen que también pesa sobre los hombros del Estado.
La verdadera pregunta no es cuántas mujeres más deben morir, sino cuándo el
país decidirá enfrentar con seriedad el machismo, la impunidad y la
indiferencia que los sostienen.
