Por Doctor Ramón Ceballo
El sector eléctrico dominicano ha sido una debilidad estructural
histórica, pérdidas elevadas, apagones frecuentes y subsidios millonarios han
lastrado el desarrollo nacional.
En medio de esa crisis, la figura de Celso Marranzini emerge como símbolo de inoperancia tras su gestión al frente de la CDEEE entre 2009 y 2012. Aquella administración quedó marcada por apagones más frecuentes, tarifas disparadas y subsidios que alcanzaron los 3,000 millones de dólares, convirtiéndose en una de las principales cargas fiscales de ese periodo.
Durante su gestión no hubo señales de soluciones
estructurales, a pesar de presidir los consejos de las distribuidoras y
ostentar nexos con intereses privados en el sector. Declaraciones como que “no
se paga energía cara, sino que el dominicano no economiza” mostraban una desconexión
absoluta con los afectados: millones de hogares atrapados entre cortes
constantes y facturas onerosas.
Lo peor es que, con Marranzini aún presente, ese fracaso ahora pesa
sobre el gobierno de Abinader. A pesar de los esfuerzos por ordenar las
finanzas y modernizar el sistema, el principal golpe político es la continuidad de un funcionario
desacreditado.
Hoy, los apagones recurrentes, la ira ciudadana y la falta de
estrategias robustas para sanear las EDEEs representan un lastre reputacional poderoso,
la figura de Marranzini arrastra al gobierno que preside Luis Abinader hacia
una situación de repudio.
La crisis estructural del sector eléctrico continúa, las pérdidas alcanzaron un nivel
promedio del 36% en 2023, cuando apenas unos años antes, en
2019, se registraba el 27%, un deterioro claro en medio de expectativas de
mejora.
Esto implica que el sistema está perdiendo más de un tercio de toda la
energía generada, un agujero negro que los subsidios apenas cubren: solo entre
enero y abril de 2025, el Estado destinó más de RD$30,800 millones al sector eléctrico,
una cifra equivalente al 78% del ISR recaudado a asalariados.
En consecuencia, mientras los ciudadanos pagamos impuestos, buena parte
de ellos se disuelve en mantener un sistema ineficiente y vulnerable.
Mientras la población recurre a encender ollas o quemar gomas como señal
de protesta, el sector político, específicamente el PRM, empieza a sentir el
costo.
La irresponsabilidad o complicidad de un funcionario ineficiente en una
posición clave está enviando una señal devastadora, el partido que prometió
gobernar para el cambio está repitiendo viejos errores y contrayendo una deuda
de confianza.
Marranzini fue exitoso en lo privado, pero en lo
público tiene un legado de apagones, pérdida de recursos y ciudadanos
defraudados. Su permanencia en el gobierno es una contradicción con lo que
Abinader representa, eficiencia, transparencia y progreso.
El futuro energético del país exige planes serios, reformas estructurales y liderazgo
con visión de largo plazo. No caben más improvisaciones, ni
reciclaje de figuras que ya demostraron su incapacidad. El pueblo dominicano
merece un sistema eléctrico digno y sostenible, no más excusas ni la pesada herencia
de funcionarios que heredaron crisis en lugar de soluciones.
