Por Doctor Ramón Ceballo
He dedicado tiempo a estudiar la situación de Haití,
nación que hace 221 años se separó de Francia para convertirse en la primera
república negra independiente del mundo. Desde entonces, ha tenido unos 55
presidentes, de los cuales 6 fueron asesinados y 23 derrocados por golpes de
Estado.
Hoy, sin embargo, lo que encontramos es un Estado colapsado: sin instituciones sólidas, sin ejército y con una gobernabilidad prácticamente inexistente.
Haití arrastra una pesada herencia de miseria y
abandono. Más del 60% de su población vive en pobreza extrema; millones
dependen de la economía informal para subsistir, y casi la mitad de los hogares
sufre inseguridad alimentaria.
A este drama se suma un territorio fragmentado, controlado por más de 30
bandas armadas que imponen su ley. Sin embargo, al analizar de cerca las
dinámicas internas, se observa que no todas estas agrupaciones responden a los
mismos intereses ni operan de manera uniforme.
El analfabetismo persiste en amplios sectores, la
ausencia de un sistema de salud accesible condena a miles a morir por
enfermedades tratables, y la corrupción, unida a la impunidad, ha convertido al
Estado en un aparato de saqueo en vez de un garante de derechos.
En medio de este escenario de desesperanza, donde las
élites políticas han fallado una y otra vez, han emergido figuras que, lejos de
representar la institucionalidad formal, se erigen como portavoces del
descontento popular.
El ascenso de
Barbecue
Entre ellas destaca Jimmy Chérizier, conocido como Barbecue,
ex policía y líder de la coalición armada G9. Su figura polariza: para unos es
un criminal despiadado, para otros, un nacionalista que pretende rescatar a
Haití de la ocupación extranjera y de la sumisión a intereses ajenos.
Barbecue no habla únicamente en nombre de su grupo
armado. En sus discursos arremete contra las élites corruptas que por décadas
han lucrado con la miseria del pueblo, denuncia la captura del Estado por
intereses privados y acusa a sucesivos gobiernos de ser cómplices de potencias
extranjeras que han convertido a Haití en un laboratorio de intervenciones
fallidas.
Lejos de asumirse como un simple jefe pandillero, se define como un luchador por “otra sociedad”, una Haití independiente de tutelas externas, con instituciones propias, no subordinadas a la ONU ni a misiones internacionales.
Esta narrativa conecta con la tradición nacionalista que
recuerda la gesta de 1804, cuando la isla se liberó del colonialismo y desde
entonces ha resistido ocupaciones y bloqueos.
Crimen y resistencia:
una frontera difusa
Es innegable que la acción de Barbecue incluye
violencia, intimidación y crímenes que afectan a la misma población que dice
defender. Pero su retórica va más allá del control territorial o del saqueo de
recursos.
A diferencia de otros jefes de bandas, Chérizier articula, aunque de
forma rudimentaria, un proyecto político expulsar a los corruptos, romper la
dependencia externa y refundar el país desde los barrios marginados.
Esa ambigüedad lo coloca en un terreno incómodo. Para
muchos, es un delincuente que secuestra al Estado; para otros, un insurgente
que desafía un orden injusto. Como ha ocurrido en distintos países, los
movimientos armados con discursos nacionalistas suelen ser criminalizados por
las élites, mientras que entre sus bases son reconocidos como luchadores por la
dignidad nacional.
Nacionalismo haitiano
en el siglo XXI
En el fondo, Barbecue ha sabido apropiarse de una
narrativa histórica: Haití, la nación que rompió las cadenas de la esclavitud,
no debe aceptar nuevas cadenas, ya sean la corrupción interna o la dependencia
internacional. Su discurso nacionalista pretende legitimar una lucha que,
aunque marcada por la violencia, busca darle voz a los excluidos.
Entre el bandido y el
patriota
Jimmy Chérizier no es un pandillero cualquiera. Su
figura, tan controvertida como disruptiva, representa el grito de un pueblo que
no se resigna a la miseria ni a la tutela extranjera. Aunque sus métodos lo
acercan al crimen organizado, su motivación trasciende esa lógica y se inscribe
en una batalla mayor: la defensa de la soberanía haitiana.
