Por Dr. Ramón Ceballo
El ausentismo laboral por motivos de
salud ha aumentado de manera sostenida en los últimos años, y buena parte de
ese incremento está directamente vinculada a los trastornos de salud mental,
como la depresión, la ansiedad, el estrés y el síndrome de burnout.
A escala global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que estos problemas provocan la pérdida de cerca de 12.000 millones de jornadas de trabajo anuales, con un coste aproximado de un billón de dólares en productividad perdida.
La magnitud de estas cifras revela
una crisis silenciosa que trasciende lo individual para convertirse en un
desafío estructural de los sistemas laborales.
Por
qué la salud mental impulsa el ausentismo
Las causas del vínculo entre salud
mental y ausentismo laboral son múltiples y actúan en distintos niveles.
En primer lugar, las condiciones
del trabajo influyen de forma directa: cargas excesivas, escasa autonomía,
inseguridad laboral, horarios impredecibles y ambientes hostiles favorecen el
estrés crónico y los trastornos de ansiedad, según la OMS.
A esto se suman los factores psicosociales,
como el acoso o mobbing, la discriminación, las malas relaciones con
supervisores o compañeros y la monotonía (boreout). Todos deterioran la
resiliencia emocional y aumentan el riesgo de bajas psiquiátricas, de acuerdo
con el diario Cinco Días.
Finalmente, los determinantes
sociales, precariedad, bajos ingresos y falta de acceso a servicios de
salud mental, agravan la relación entre malestar psíquico y ausentismo
prolongado. Informes sindicales como los de la UGT advierten que la pobreza laboral está estrechamente vinculada
con una mayor incidencia de enfermedades mentales entre trabajadores.
Cifras
que preocupan
Los registros de diversos países
muestran un crecimiento sostenido de las bajas laborales por causas psíquicas.
En España, las jornadas perdidas por incapacidad temporal se han disparado, y
los trastornos mentales ya figuran entre las principales causas de ausencia.
Algunos diagnósticos, como la depresión y los trastornos de ansiedad, han
registrado incrementos de dos y hasta tres dígitos en la última década.
Según datos publicados por El País, el coste asociado a las bajas
por incapacidad temporal representa varios puntos del PIB, si se consideran las
pérdidas de producción acumuladas. La tendencia es similar en América Latina,
donde los ministerios de Trabajo y Seguridad Social reportan aumentos notables
en las licencias médicas por estrés y depresión, especialmente en el sector
servicios y en los trabajadores jóvenes.
Impacto
económico y organizativo
El ausentismo laboral derivado de
problemas de salud mental genera una cadena de efectos directos e indirectos
que afectan la productividad, la competitividad y la cohesión interna de las
organizaciones.
En el plano inmediato, se traduce en
pérdida de productividad, jornadas no trabajadas, retrasos, sobrecarga
en otros empleados y menor rendimiento global de los equipos. A ello se suman
los costes empresariales,
sustituciones temporales, horas extras, errores derivados del cansancio y menor
calidad del trabajo.
Sin embargo, el problema no se
limita a las ausencias. El llamado presentismo, empleados que acuden a
su puesto, pero rinden por debajo de su capacidad debido a problemas mentales,
puede resultar incluso más costoso que el ausentismo visible.
Estudios multicéntricos publicados en PubMed Central (PMC) muestran que la depresión y la ansiedad
reducen significativamente la productividad en múltiples sectores económicos,
tanto públicos como privados.
Qué
funciona: estrategias basadas en evidencia
La evidencia científica y las
recomendaciones internacionales coinciden en que reducir el ausentismo
vinculado a la salud mental requiere intervenciones
integradas, que combinen prevención, atención y políticas sostenibles.
1. Prevención
primaria.
Mejorar las condiciones laborales es el primer paso: equilibrar las cargas de
trabajo, garantizar la participación en decisiones, establecer horarios
razonables y fomentar entornos respetuosos. Las políticas firmes contra el
acoso y la discriminación son también indispensables, según la OMS.
2. Promoción de
la salud mental en el trabajo.
La formación de mandos intermedios, la detección temprana de señales de riesgo
y el acceso oportuno a apoyo psicológico son prácticas efectivas. Revisiones
científicas en PMC demuestran que los programas integrados dentro de las
empresas reducen tanto las licencias por enfermedad como los costes sanitarios.
3.
Reincorporación laboral planificada.
Los planes individualizados, que incluyen adaptaciones de jornada,
reasignaciones temporales y seguimiento clínico, reducen las recaídas y
facilitan un retorno sostenido al empleo, según estudios recientes (ES+1).
4. Políticas
públicas y negociación colectiva.
La creación de marcos regulatorios que obliguen a evaluar riesgos psicosociales
y promuevan recursos de apoyo resulta esencial, especialmente en PYMES y sectores informales, donde la
falta de políticas claras deja al trabajador más expuesto. Los informes de la UGT destacan que sin regulación y
fiscalización, la salud mental seguirá siendo un tema pendiente en la agenda
laboral.
Responsabilidades
compartidas: empresas, medios y Estado
El abordaje del ausentismo laboral
asociado a la salud mental requiere la participación de todos los actores.
Las empresas deben realizar evaluaciones
periódicas de los riesgos psicosociales para identificar factores que
impacten el bienestar emocional del personal. La OMS recomienda implementar programas
de salud mental accesibles y confidenciales, que ofrezcan apoyo
psicológico oportuno y reduzcan el estigma.
Además, resulta clave capacitar a los mandos intermedios
para que detecten señales tempranas de agotamiento o estrés y gestionen de
forma empática las cargas de trabajo.
Por su parte, los periodistas y responsables públicos
tienen un rol crucial en el cambio cultural: visibilizar que el ausentismo no
es una falta de compromiso, sino una manifestación del sufrimiento psicológico
y social. Deben también exigir datos
desagregados, por sexo, edad, sector o duración de las bajas, que
permitan diseñar políticas más precisas y evaluar su impacto.
Asimismo, promover empleos dignos y estables es una
prioridad. La precariedad, según la OMS, actúa como un determinante negativo de
la salud mental y eleva el riesgo de ansiedad, depresión y estrés crónico.
Combatirla es, por tanto, una estrategia preventiva clave.
El ausentismo laboral por causas de
salud mental no debe entenderse como un problema individual, sino como el síntoma visible de un sistema laboral y
social en crisis.
Enfrentarlo implica actuar en tres
frentes, mejorar las condiciones
laborales, garantizar el acceso
a la atención psicológica y promover
marcos normativos sólidos que reconozcan la salud mental como un pilar
del bienestar colectivo y de la productividad económica.
Actuar a tiempo no solo reduce los
costos y las jornadas perdidas, sino que también protege lo más valioso de
cualquier sociedad, la dignidad, la
estabilidad y la vida de las personas trabajadoras.
