Vistas de página en total

jueves, 16 de octubre de 2025

La política infiltrada: el crimen organizado se abre paso en los partidos


Por Ramón Ceballo

El crimen organizado ya no actúa solo desde las sombras, busca legitimarse a través del poder político. 

En América Latina, los grupos criminales han comprendido que el control territorial, el dinero y la violencia no bastan para sostener su influencia si no logran insertarse en las estructuras del Estado. 

Su nueva estrategia no consiste solo en corromper a funcionarios, sino en penetrar los partidos políticos desde dentro, financiando campañas, captando liderazgos locales y manipulando las decisiones internas de las organizaciones.

En la región, este fenómeno se ha extendido con rapidez alarmante. En México, Colombia, Ecuador y varios países centroamericanos, los cárteles y pandillas han aprendido a usar la política como escudo.

Financian candidatos, colocan operadores en los municipios y usan el poder público para garantizar rutas, contratos y protección judicial. 

La debilidad institucional, la impunidad y el financiamiento electoral opaco son el caldo de cultivo perfecto para esta alianza perversa entre crimen y política.

 La consecuencia es devastadora, erosión de la democracia, deslegitimación de los partidos y una ciudadanía cada vez más desconfiada.

En el Caribe, la situación no es menos preocupante. En países con instituciones frágiles y economías altamente dependientes, el crimen transnacional encuentra espacio para operar bajo el disfraz de la inversión o el apoyo político.

 La circulación de dinero ilícito en campañas locales, el clientelismo y la ausencia de controles eficaces hacen que la frontera entre la política y el delito se vuelva cada vez más difusa.

En la República Dominicana, los signos de alerta son claros. El financiamiento opaco de campañas, el surgimiento de candidaturas con vínculos cuestionables y la presencia de dinero de origen incierto en las estructuras partidarias amenazan con socavar la confianza pública. 

Varios casos recientes han expuesto conexiones entre figuras políticas y redes vinculadas al narcotráfico o al lavado de activos, un fenómeno que no se limita a un solo partido, sino que afecta al sistema político en su conjunto.

Si la sociedad dominicana no refuerza los mecanismos de transparencia, control financiero y rendición de cuentas, el riesgo es que los partidos, que deberían ser instrumentos de representación, terminen siendo vehículos de impunidad.

Frente a este desafío, es urgente implementar reformas de fondo, establecer auditorías independientes y permanentes al financiamiento de los partidos; exigir la publicación detallada y verificable de las donaciones. 

Además, fortalecer el rol de la Junta Central Electoral y la Cámara de Cuentas en la supervisión de los recursos; y aplicar sanciones efectivas contra quienes reciban fondos de origen ilícito.

 Además, debe promoverse una cultura política ética, donde la transparencia no dependa solo de la ley, sino del compromiso ciudadano y de la integridad de los líderes.