Por Doctor Ramón Ceballo
El apego no se limita a una respuesta biológica, sino que es un
proceso psicológico y social que influye en la confianza, la autoestima y la
capacidad de establecer lazos estables. El apego emocional se define como el
vínculo afectivo profundo y duradero que una persona desarrolla hacia otra,
generalmente una figura significativa.
Comprender sus formas y efectos es clave para analizar conductas que van desde la dependencia emocional hasta la capacidad de construir relaciones sanas y equilibradas.
El ser humano nace con una necesidad primaria: vincularse. Desde los
primeros minutos de vida, busca la cercanía de una figura protectora que le
ofrezca seguridad y consuelo.
Ese lazo inicial, conocido como apego emocional, no solo define la relación con los
cuidadores, sino que también deja una marca profunda en la manera en que nos
vinculamos en la adultez, ya sea con amigos, parejas o incluso con nuestros
propios hijos.
El psicólogo John Bowlby, pionero en la teoría del
apego, lo definió como un sistema de comportamientos orientados a mantener la
proximidad con quienes nos ofrecen seguridad. Posteriormente, Mary
Ainsworth aportó evidencia empírica y clasificó los principales
tipos de apego que, aunque se gestan en la infancia, suelen repetirse en la
vida adulta.
Tipos de apego
1. Apego seguro
Se origina cuando el niño percibe a sus cuidadores como disponibles y sensibles.
En la adultez, se traduce en confianza en las relaciones, equilibrio entre
autonomía e intimidad y una buena capacidad para resolver conflictos.
2. Apego ansioso o ambivalente
Surge en contextos donde la atención es inconsistente: a veces presente, a
veces ausente. Genera inseguridad, miedo al abandono y, en la vida adulta,
dependencia emocional y necesidad constante de aprobación.
3. Apego evitativo
Aparece cuando los cuidadores son fríos o rechazantes. De adultos, quienes lo
desarrollan suelen temer la intimidad, evadir compromisos y refugiarse en una
independencia que muchas veces esconde miedo a la vulnerabilidad.
4. Apego desorganizado
Se forma en entornos marcados por negligencia o abuso. La persona busca
cercanía, pero al mismo tiempo siente miedo del vínculo. En la adultez, esto se
refleja en relaciones contradictorias, con desconfianza y, en algunos casos,
conductas autodestructivas.
El apego no dicta nuestro destino, pero sí condiciona la forma en que
nos relacionamos. En tiempos donde la ansiedad, la depresión y las rupturas
relacionales son cada vez más frecuentes, reconocer estos patrones se vuelve
crucial. La educación emocional y la atención temprana pueden ayudarnos a
construir vínculos más sanos y sociedades menos fracturadas.
