Por Doctor Ramón Ceballo
Hay una verdad que muchos prefieren callar porque los deja
desnudos y no precisamente en el buen sentido, muchas mujeres, al pasar de los 35 años, viven su mejor, más intensa y
más libre vida sexual.
Y lo hacen sin pedir permiso, sin miedo y sin necesidad de validar su deseo ante ningún hombre ni ante la cultura que intentó enseñarlas a esconderlo.
Los datos científicos están ahí. No importa cuántos sermones
morales, chistes machistas o teorías baratas se inventen para maquillar la
realidad, la sexualidad femenina madura asusta.
Asusta porque es autónoma.
Asusta porque es consciente.
Asusta porque no gira alrededor del ego masculino.
Mientras tanto, muchos siguen presos de un mito ridículo, que la mujer después de los 35 se “apaga”.
¿Apaga? La ciencia dice exactamente lo contrario, mujeres entre los 30 y los 45
años reportan mayor deseo sexual,
más iniciativa, más fantasías y más placer.
El verdadero apagón está ocurriendo del lado de quienes no pueden soportar ver
a una mujer vivir su deseo sin vergüenza.
La explicación es sencilla, aunque algunos jamás la admitirán,
una mujer madura sabe quién es.
Sabe qué quiere.
Sabe dónde tocar.
Y, sobre todo, sabe qué no tolera.
Eso la vuelve peligrosamente libre para quienes todavía creen que la sexualidad
femenina debe controlarse, disciplinarse o meterse en una jaula moral.
Pero claro, reconocer esta realidad implicaría dinamitar la
doble moral que tantos defienden con uñas y dientes.
Cuando un hombre de 40 quiere sexo, es “normal”, “viril”.
Cuando una mujer de 40 quiere sexo, la sociedad la llama “desesperada”,
“inconforme”, “caliente”.
La incoherencia es tan grande que ni siquiera merece análisis, es puro miedo
disfrazado de moral.
Y lo más triste es que este miedo no es nuevo. Es heredado.
Generacional. Histórico.
Durante siglos, la cultura ha intentado domesticar el deseo femenino, reducirlo
a reproducción o castigarlo como pecado.
Pero la ciencia moderna les dañó la fiesta,
el deseo de la mujer no tiene reloj.
No pide permiso.
No es propiedad de nadie.
La sociedad dominicana, y buena parte del mundo, no está lista
para enfrentar esta verdad, la mujer de 35, 40 o 50 que se libera de culpas
es sexual, poderosa y peligrosa para
cualquier estructura que viva del control.
Así que sí, hablemos claro, el problema nunca ha sido que la
mujer madura quiera más sexo. El problema es que ya no necesita la aprobación
de nadie para tenerlo.
Y eso, para muchos, es imperdonable.
El futuro es simple, mientras el machismo envejece y se
marchita,
la sexualidad femenina madura apenas está empezando a florecer.
