domingo, 29 de junio de 2025

Medio Oriente después del fuego, impacto regional y el reposicionamiento estratégico de Turquía


Por Doctor Ramon Ceballo

La guerra entre Irán e Israel, con la participación activa de Estados Unidos, ha transformado el escenario de Medio Oriente en todos los frentes: económico, político y militar. Este conflicto, que durante años se mantuvo en la sombra a través de operaciones encubiertas, finalmente estalló a plena luz internacional, obligando a todos los actores de la región a recalcular alianzas, intereses y prioridades.

En este nuevo tablero de poder, Turquía emerge como un jugador clave que busca ampliar su influencia en un entorno fragmentado, pero lleno de oportunidades estratégicas.

La guerra generó un alza inmediata en los precios del petróleo, afectando tanto a consumidores globales como a los países productores del Golfo. Arabia Saudita, Irán, Irak y Emiratos Árabes Unidos vieron incrementados sus ingresos energéticos, pero también enfrentan presiones inflacionarias internas por la especulación y la inestabilidad de suministros.

Además, los corredores comerciales terrestres y marítimos —especialmente el Estrecho de Ormuz— quedaron comprometidos, lo que ha afectado el flujo de mercancías hacia Asia y Europa. Las empresas extranjeras han comenzado a revisar sus inversiones en la región, temerosas de una prolongación del conflicto o de su expansión hacia países vecinos.

En el plano político, la guerra ha hecho trizas cualquier ilusión de paz duradera. Los Acuerdos de Abraham ( la normalización y el establecimiento de relaciones diplomáticas entre dos naciones del Golfo, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Bahréin, y el Estado de Israel, en septiembre de 2020) quedaron en pausa, ya que países como Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Marruecos enfrentan críticas internas por haber normalizado relaciones con Israel. Arabia Saudita, que estaba en negociaciones para seguir ese camino, suspendió formalmente los diálogos.

Por su parte, Irán se ha fortalecido como el eje de la resistencia islámica ante Israel, intensificando su relación con milicias aliadas como Hezbolá, los hutíes en Yemen y grupos chiitas en Irak. Este resurgimiento de los bloques ideológicos ha revivido las tensiones suníes-chiitas y ha reconfigurado los equilibrios dentro del mundo musulmán.

Militarmente, Medio Oriente está entrando en una nueva carrera de rearme. Israel ha reforzado su sistema de defensa antimisiles y ampliado su presupuesto de seguridad nacional. Irán, por su parte, ha acelerado el desarrollo de su programa de drones, misiles balísticos y sistemas de defensa aérea.

Líbano y Siria vuelven a ser campos de batalla indirecta, con ataques aéreos, represalias y bombardeos cruzados. El espacio aéreo de la región se ha militarizado a niveles inéditos desde la guerra de Irak, y las potencias extranjeras —como Rusia y EE. UU.— mantienen una presencia activa que amenaza con convertir cualquier chispa en un conflicto mayor.

En este escenario tenso, Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdoğan, ha intensificado sus esfuerzos diplomáticos para posicionarse como un mediador entre Oriente y Occidente, al tiempo que refuerza su papel como potencia regional independiente.

Turquía condenó los ataques israelíes a civiles y criticó duramente la postura de Estados Unidos, al tiempo que mantiene una relación comercial activa con Irán y contactos diplomáticos con Israel. Esta posición ambivalente le ha permitido ganar protagonismo como interlocutor válido para varias partes, pero también le ha costado tensiones con la OTAN y con algunos aliados occidentales.

Militarmente, Ankara ha reforzado su presencia en el norte de Siria e Irak, aprovechando la distracción internacional para debilitar a las milicias kurdas que considera una amenaza. En paralelo, promueve el fortalecimiento de su industria de defensa nacional, con exportaciones crecientes de drones y sistemas militares a aliados regionales.

En lo económico, Turquía busca canalizar rutas comerciales alternativas entre Asia, Europa y África, proponiéndose como puente logístico en un momento en que el comercio tradicional vía Golfo Pérsico está comprometido.

La guerra Irán-Israel no solo ha costado vidas y desplazamientos; ha redibujado el mapa estratégico del Medio Oriente. En este nuevo tablero, actores como Turquía están jugando múltiples cartas: poder blando, diplomacia, comercio e influencia militar. La región está lejos de alcanzar una estabilidad duradera, pero las piezas ya se están moviendo para definir qué rol ocupará cada país en el próximo capítulo de esta historia volátil.