Por Ramón Ceballo
En tiempos donde la información circula a velocidad viral y las percepciones públicas son moldeadas más por titulares que por hechos, la imagen internacional de un país se ha convertido en un activo estratégico.
En los últimos años, la política migratoria de la República
Dominicana particularmente en relación con Haití ha sido objeto de narrativas
parciales y juicios simplificados por sectores de prensa, ONGs y actores
externos que desconocen la complejidad de la situación regional.
La ausencia de una respuesta
articulada y sostenida ha permitido que se consoliden en el exterior visiones erróneas sobre la soberanía, el
estado de derecho y los derechos humanos en el país. Esto afecta no solo
la imagen del gobierno, sino también la percepción sobre la sociedad dominicana
en su conjunto.
Una estrategia de defensa activa permitiría reafirmar la legitimidad de las políticas migratorias, sociales y
diplomáticas adoptadas por el Estado, con base en su Constitución, su
marco jurídico y el respeto a los acuerdos internacionales vigentes. Pero más
aún, permitiría contar la versión
dominicana de los hechos en los foros donde se toman decisiones globales,
muchas veces dominados por lobbies ideológicos o mediáticos con intereses
ajenos al bienestar nacional.
Una de las grandes ventajas de este
enfoque es la capacidad de respuesta
inmediata. Cuando una declaración tergiversada o una campaña
internacional intenta afectar la imagen del país, no se puede esperar semanas
para reaccionar. La defensa debe ser coordinada,
técnica y estratégica.
Esto incluye:
- Voceros
oficiales capacitados
en comunicación internacional.
- Un
equipo interinstitucional
entre Cancillería, Dirección de Comunicación Gubernamental, organismos
especializados y asesoría jurídica internacional.
- Alianzas
con medios y corresponsales extranjeros para difundir posturas oficiales sin filtros
deformantes.
- Producción
de contenidos verificados y multilingües que desmonten mitos con datos.
Estas herramientas deben funcionar
como un escudo reputacional, pero también como una plataforma para
construir una narrativa propositiva: la de un país soberano, comprometido con
el desarrollo, la legalidad y los derechos humanos, pero también consciente de
sus límites y responsabilidades.
Países como México, Colombia, Turquía e Israel ya han adoptado estrategias
similares, no solo para responder a ataques externos, sino también para promover una imagen internacional coherente
con sus intereses geopolíticos y comerciales. No se trata de silenciar
críticas legítimas, sino de evitar que la mentira se instale como verdad por omisión.
La defensa activa de la imagen
nacional no es tarea exclusiva de la diplomacia, ni de un ministerio. Es un asunto de Estado, de soberanía y de
reputación estratégica. En un mundo donde la opinión pública global
puede condicionar sanciones, bloqueos o relaciones comerciales, callar es conceder. Y reaccionar
tarde, es perder terreno.
Es hora de que la República
Dominicana cuente con una estructura permanente de respuesta y proyección
internacional, que defienda lo que somos, lo que hacemos y lo que queremos ser.
Con la verdad como argumento y la dignidad como bandera.
Ramón
Ceballo es médico, ex diputado
al Congreso Nacional de la República Dominicana, ex secretario de la Comisión
Permanente de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, ex
vicepresidente del Parlamento Latinoamericano, así como de los foros Parlatino–UE
y Parlatino–Palamérica. Es articulista en diversos medios de comunicación
sobre política internacional.